Queridos Reyes:
No sé muy bien por qué me molesto, porque en este gran país ustedes no tienen sucursal. Tampoco vivo en una república, no vayan a creer, (aunque ya me gustaría). Liz es legalmente reina y soberana del Canadá. Pero en lo de los regalos ustedes se han dejado ganar por el gordo barbudo, que aquí tiene el monopolio. Bien pensado, yo creo que él está más adaptado a este clima.
A lo que iba, que aunque mañana sea día laboral, yo por si acaso pongo de mi parte y les escribo. Por pedir que no quede. Tengo que decir en mi favor que si bien disto mucho de ser una persona ejemplar, hago lo que puedo por no corromper a nadie con mi mal ejemplo, hasta he llegado al extremo de abstenerme de reproducirme. Mis sobrinos pasan olímpicamente de mí cuando les llamo por teléfono, y mi sobrina sólo muestra cierto interés en las videoconferencias si me pongo varios sombreros raros mientras le hablo. Así que por ese lado tampoco hay peligro.
Yo les pediría simplemente que este año termine mejor de lo que empieza. Dejando aparte un par de detalles como un cáncer y un poco de paro transitorio, tampoco empieza tan mal, la verdad: tengo unos cuantos amigos a los que puedo calificar de tales, interesantes, divertidos, generosos y extremadamente buenas personas, que no me olvidan y a los que no olvido, tanto a si viven lejos como cerca (por cierto, échenles algo, se lo merecen). Mi familia me tolera lo suficiente como para querer saber de mí una vez por semana y a veces hasta más. Y mi hermano me manda libros y amenaza a sus retoños para que me pinten tarjetas navideñas y me ignoren por teléfono. Vamos, que nos queremos razonablemente, y eso. Mi compañero y quebequés de marido, ese señor grande, zen y que ha eliminado tanto el apego que ni siquiera deja su zapato bajo el árbol la noche del cinco de enero (hoy aún menos, anda electrificando renos muy al norte), me sigue queriendo a pesar de haber vivido conmigo doce años, innumerables síndromes premenstruales, una tesina, cinco meses de paro, una adaptación cultural del emigrante y mi propio cambio climático (sí, yo he vivido uno personal, que pasar de quince grados en Bilbao a veinticinco bajo cero en Montreal se vive como una hecatombe). Y ahora que en un alarde de originalidad me arranco con un tumorcillo (por lo de introducir emociones fuertes en su vida) no parece tener la más mínima intención de ir a comprar leche o a por tabaco y no volver nunca. Lo de que sea intolerante a la lactosa y no fume también ayuda. Él sólo me ha advertido que su repertorio de recetas es un bastante somero, por lo que pueda venir.
Hasta mis gatos son buena gente, y eso que técnicamente ni siquiera son gente. Pero padecen de felicidad crónica, especialmente Alfonso, que en su vida sólo ha parado de ronronear cuando le pincha el veterinario, y ese silencio indignado dura unos cuarenta segundos. En cuanto el doc le rasca un poco el cogotillo, se lo perdona todo y vuelve a ronronear. Siempre ha sido un gato fácil.
Todos estos seres vivos a los que quiero profundamente parecen además gozar de buena salud, así como sus descendientes y parejas correspondientes, y dichas parejas tampoco parecen manifestar ningún interés por ir a buscar tabaco a la tienda de la esquina.
Así que ya ven, no tengo mucho que pedir, salvo quizá que les suelten una bronca a mis células para que dejen de duplicarse en plan creativo. Porque en lo demás, yo creo que lo tengo todo. Y desde que tengo un libro electrónico, el torrent está que echa humo (lo siento, soy pobre, y ya he dicho al principio que no soy una persona ejemplar).
Pasen buena noche. Y viva la república.
Querida Arantza,
ResponderEliminarllego tarde al blog porque acabo de llegar de la maratón familiar de cada año y de darme cuenta, como tú, de que soy una persona afortunada. De todas maneras, siempre se pide un poquitín más de fortuna, ¿no? Yo me apunto a la bronca para tus células y a un abrazote de marmota para ti. Voy a estar aquí, ¿lo sabes? las marmotas somos muy tercas y no te librarás de mí fácilmente... bueno, ¡qué te voy a explicar que tú no sepas! ;-P
Besos, Mar-mota
Arantza, querida, J. me ha tenido al corriente de todo. Qué rabia me da no poder estar más cerca y estar ahí para lo que hiciera falta, para hacerte yo mismo el bienmesabe y el helado que han dicho en alguno de los comentarios y comérmelo contigo. Si necesitas algo, aunque sea desde el otro lado del océano, ya sabes. Ánimo y serenidad, y muchos besos.
ResponderEliminarMar- ona :-)veo ese abrazo y pongo otro más :-)
ResponderEliminarAnder: muchas gracias, guapetón. No te preocupes, que un día seguro que nos zampamos un helado juntos.