- "[...] Since you've been such an inspiration for people around... Wow, man! You just ran into a big pile of dogshit!"
- "It happens."
- "What? Shit?"
- "Sometimes."
("Forrest Gump")

martes, 22 de marzo de 2011

Cartas a la señora Hernández (VII): que rule, que rule.

Querida señora Hernández:

Desde que le escribí ayer ese correo lleno de confusión, frustración y hartón generalizado con esto de tener que pelearme para que me traten, las cosas han cambiado mucho. Recapitulo:

El domingo pasado asistí a una charla organizada por Rethink Breast Cancer, una organización que echa una manita a mujeres jóvenes con cáncer de mama. Lo de que haya una organización para mujeres de menos de 50 ya me pareció alentador, empezaba a pensar que soy realmente una rareza estadística. Cuando una ve claramente que es la pipiola de las salas de espera de oncología eso no la anima ni la hace sentirse sexy, más bien le da aprensión.

El médico que nos habló de tratamientos personalizados y que nos descifró lo de los receptores hormonales y lo de los genes REH2 y demás sofisticaciones celulares era un tipo muy majete y accesible, a pesar de ser director de oncología del Hospital General Judío, director de la Cátedra de Oncología en la Universidad McGill (LA universidad de Montreal), LA lumbrera canadiense en oncología mamaria y una de las lumbreras en la investigación oncológica mundial. Me alegré mucho de entender bien inglés, porque esta organización y sus actividades tienen lugar en "el otro lado" de Montreal (sí, la frontera lingüística y política en esta ciudad es palpable, es algo así como un muro de Berlín invisible). Durante el cocktail que siguió a la charla me animé a preguntar a Dr. Big Shot si el plazo de espera que me estoy chupando para la cirugía  es normal en el sistema de salud montrealés. Y cuando le conté, se indignó. Mucho. Y en inglés. Me dijo que tras haber sufrido el error médico que retrasó mi diagnóstico un año, deberían estar tratándome como una reina y lamiendo el jodido suelo a mi paso (cito textualmente, en inglés en el original). Me dio varios nombres de jefes y directores del hospital en el que estaba siendo no-tratada y me conminó a montarles un chocho (en inglés del original). Parece ser que yo había cometido un error fatal, señora: confiar en el sistema (este izquierdismo mío, que un día me va a matar, y no metafóricamente) y ser demasiado amable. "Stop being so nice!" me dijo Dr. Big Shot.

Dicho y hecho. So I did, and I started kicking some ass (on the phone). Dispuesta a patear traseros en persona, si  la cosa no funcionaba por teléfono. Le tomé la palabra, y como he ido acumulando bastante mala leche últimamente y la he macerado durante diez semanas de espera, ayer me pasé el día al teléfono siendo autoritaria, exigentona y desagradable a diestro y siniestro. No sirvió para mucho, porque la mayoría de esos jefes y directores estaban de vacaciones en México, Cuba, La Martinica (les deseo eritemas solares de tercer grado), pero me dieron una fecha. Un poco tarde para mi gusto.

Señora, qué cansancio. Mantenerme de buen humor y con un grado de optimismo aceptable requiere ya una gran parte de mis energías. Ni le cuento lo que agota encima tener que enfadarme. Es difícil combinar ambos, el cabreo y la indignación, y el buen humor. Tampoco es que esté sola en esto, monsieur M. se ha quedado en Montreal esta semana, dispuesto a patear traseros conmigo. No porque me crea incapaz de hacerlo yo misma, sino porque piensa que al ser la persona directamente afectada soy un poco el rehén de la situación y de los miedos típicos que conlleva.

Me quedé meditando un momento lo de la fecha tan duramente obtenida, y por la tarde, bastante tarde, tuve la inspiración de buscar el correo de Dr. Big Shot y escribirle un mail, contándole la cosecha del día y pidiéndole su opinión sobre el siguiente paso. Dr. Big Shot no sólo es big y majete, sino que parece tener una jornada de trabajo que no termina nunca, porque en menos de cinco minutos me contestó y me dijo que se disponía a dar la murga a todos sus colegas de varios hospitales. Y que no pararía hasta encontrar a uno que se ocupara de mí a toda hostia (sigo citando textualmente, traducción propia de "au plus sacrant", esta vez en francés del original, porque Dr. Big Shot no sólo es una lumbrera, también es bilingüe).

Señora, creo que he tenido suerte en parte porque tomé la iniciativa de escribirle, y en parte porque durante el cocktail hice unos cuantos chistes y le hice reír, lo cual hizo que se acordara de mí y se tomara "lo mío" de manera un poco personal. O quizá el tipo tenga simplemente conciencia profesional. El caso es que ayer en tres horas me consiguió una cita con un nuevo cirujano oncológico. Me he pasado la mañana en un maratón burocrático, intentando obtener una transferencia de mi historial de mi antiguo -and crappy- hospital al hospital judío, al que tenía que llegar para la una del mediodía. Hasta los archivos funcionaban mal, oiga. Me decían que iba a tener que esperar dos semanas (!!!) para unas malditas fotocopias y mis mamografías. Tras engatusar, suplicar, levantar la voz y amenazar, he tenido que recurrir a métodos más rastreros: ponerme a llorar para que me lo dieran. Yo normalmente no lloro en público, señora. Y en privado bastante poco. Y hoy ni siquiera me sentía triste ni desesperada, sólo enormemente frustrada y de mala uva. Y como muchas mujeres, cuando la cólera me sube a punto de ebullición tengo la tendencia a lagrimear. Normalmente opto por mantener mi dignidad y me trago el lagrimeo, pero pensando en que por culpa del cretino burócrata que tenía delante iba a perder la cita de urgencia con el nuevo cirujano y tener que esperar eternamente, me he dicho "what the heck", y he abierto el grifo. Y ha funcionado. La mayoría de la gente se siente tan horriblemente incómoda de haber hecho llorar a alguien que son capaces de darle hasta la cartera para que pare. Ése es un truco que aprendí de mis alumnos de primero de primaria, que podían llorar a voluntad como si el mundo fuera a acabarse y al de dos segundos les sorprendía felizmente comiendo gominolas y riendo a grito pelado. En menos de cinco minutos yo estaba en un taxi rumbo a mi nuevo hospital, sorbiendo un latte.   

Hoy he aprendido varias cosas, señora: que la información es el poder. Si no hubiera ido a esa charla aún andaría esperando a que me brote un tumor en la frente. Que en esta vida hay que tomar la iniciativa (bueno, eso ya lo sabía, pero todo esto me lo ha confirmado). Que puedo llegar a ser manipuladoramente llorona cuando se trata de salvarme el pellejo. Que ser amable y tener mucha empatía no funciona siempre y no hace que las cosas vayan forzosamente mejor ni que se nos trate de forma justa. Muchas veces se confunde la amabilidad con debilidad. Que el sistema de salud pública quebequés, a pesar de ser de calidad, es de difícil acceso, y que no funciona igual del lado anglófono que del francófono. Que me perdonen mis amigos francófonos: la eficacia anglosajona es bastante flipante.

Desde hoy a media mañana soy una nueva y flamante paciente del Jewish General Hospital. Este hospital tiene muy buena reputación en el tratamiento del cáncer de mama, es algo así como Grand Central Cancer. Y tengo un nuevo y flamante oncocirujano: Cirujano Humano. Que me ha dicho adorar San Sebastián, tener un disco de Benito Lertxundi (!), se ha extasiado ante mis tatuajes ("they're meannn"), me ha prometido muchos más análisis genéticos de mi garbanzo (que ahora yace en placas estériles de vidrio, cómodamente loncheado y conservado en parafina) para encontrar la hormonoterapia perfecta y me ha garantizado operarme si no mucho más rápido (quiere hacerme más pruebas), mucho mejor. No más tarde que a mediados de abril (es la primera vez en mi vida que voy a estar inconsciente en inglés). Y al menos sé que la espera va a servir para mirar más cosas y apuntar mejor (tengo una multitud de citas), no para que él asista a un seminario de golf en las Bahamas. Me he pasado la tarde mostrando las tetas a una gran cantidad de personas (todas ellas muy amables y competentes... las personas, no las tetas). Y sintiéndome como si hubiera ganado uno de esos concursos de telerealidad, estilo "Amazing Race", en el que el premio fuera una cirugía.

Ah, sí. Otra cosa. Después de haberme enviado a hacerme resonancias y ecografías varias (no vea cómo rulan en este hospital, le miran a una todas las costuras, del derecho y del revés), Cirujano Humano me ha encontrado un par de bultos más en el mismo pecho (no garbanzos, más bien guisantes). Que cree que son quistes, pero que va a hacer que me biopsien, por si las flies (mi pecho, ese alfiletero). Y después me ha ofrecido una taza de té y una cookie. Cuando he oído la noticia, no he podido evitar suspirar y decirle, mientras untaba mi cookie:

"Such a little breast, so much trouble".

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cartas a la señora Hernández (VI): Grf

Señora:

Grf, indeed.

No sé qué tiene mi risotto ai funghi que le parece tan indignante, ya que estaba bastante bueno :-) (just joking).

Mire, me ha inquietado un poco que usted, mi ídolo, modelo de ecuanimidad y sensatez, me sugiera eso de ir a que me operen a las Euskadis. Porque echando cuentas, entre que consigo billete, voy, me echan un vistazo, y programan la operación, calculo que llegaríamos a finales de mayo (imagino que allí también hay listas de espera, ¿no? es que hace mucho tiempo que dejé el terruño, no sé cómo anda ahora la Seguridad Social), que es más o menos cuando mi cirujano de aquí habrá vuelto de vacaciones, seguido su tratamiento completo de spa y aguas termales y terminado su cursillo intensivo de golf, y estará al fin dispuesto a operarme. Vamos, que igual no adelanto gran cosa, y entretanto tengo que gastarme un pastón que no tengo en el billete y vivir con una madre angustiada, algo extremadamente nocivo para la salud. Por no hablar de que no estoy exactamente segura de que una vez que una se declara oficialmente residente en el extranjero, no tenga que vivir X tiempo en España para poder acceder de nuevo al sistema de salud pública (aquí al menos funciona así, por lo de evitar el turismo médico). En el fondo todo eso me da profunda pereza, señora.

Well. No se preocupe, que no mete la pata. Ni siquiera el tacón. No crea que no le agradezco el interés que se toma, siempre está bien que alguien inteligente le haga a una considerar otro punto de vista. Está claro que si en mayo aún no me han operado, la enfermera me cuenta que mi cirujano se ha ido a una convención de criadores de zarigüeyas y me encuentro un nuevo tumor en la frente, coño (como bien dice usted), entonces tendré que reconsiderar su idea. Entretanto, he decidido esperar. Es verdad que estoy un poco harta. Con HAR mayúscula y TA mayúscula. Y que cocino cada vez mejor. Y que engordo.

Lo de sus marcadores tumorales convencionalmente aburridos: Yuju. Mucho. (Perdone la sobriedad, es que soy vasca).

Ahora me voy a hacer un colacao (o un té chai, no estoy segura), que vengo de la biblio y soplaba una rasca brutal (12 bajo cero).

Apreciándola lo que se merece, un abrazo mollar (llena de risotto ando aún, no sé cómo voy a hacer para plegarme en yoga y no arrojar los funghi). 

A.

Risotto

Paciente cada vez más Impaciente lleva varios días intentando hablar con alguien del hospital para tener una idea de cuánto tendrá que esperar todavía antes de que la operen y saber qué puede hacer con su vida durante ese tiempo. Durante esos días, Paciente Impaciente ha escuchado una cantidad asombrosa de hilo musical por teléfono (Céline Dion parece tener mucho éxito en el medio hospitalario), la han pasado de una persona a otra como si fuera una patata caliente que nadie quiere tener mucho tiempo entre las manos (una patata muy cortés, aclara), ha dejado innumerables mensajes en contestadores y ha escuchado incontables veces "Votre appel est important pour nous. Ne quittez pas. Your call is important to us. Please, hold."

Para su sorpresa, Paciente Impaciente ha recibido llamadas de las personas a las que había dejado mensajes. Paciente Impaciente sospecha que cuando esas personas leen "cáncer" en su historial, ayuda, porque todas esas personas de la administración del hospital han sido muy amables y solícitas. Al fin, tras enterarse de que su cirujano, Oncólogo Competente, se broncea en Cuba durante dos semanas (espera que con protector solar), ha conseguido que una jovencísima enfermera se salte el protocolo y le diga que no cree que la operen hasta abril, y eso con suerte.

Paciente Impaciente le ha dado las gracias amablemente a la avergonzada enfermera, ha colgado y se ha cagado en todo durante algunos minutos. Acto seguido se ha ido a la cocina y se ha preparado un risotto con setas porcini, shitakee y cantarelas, su vinito blanco, bien de queso parmesano, un poco de perejil y un poco de ajo, acompañado de rapini al vapor con un hilillo de aceite de oliva. Se ha servido una ración más que considerable y se la ha comido leyendo una novela policiaca. Después de lo cual cree haber recobrado una parte de su sentido del humor y fe en la vida. Ahora se dispone a buscar trabajo. Y piensa que es curioso que sus dos blogs terminen cruzándose. Si esto sigue así, igual hasta crían.

martes, 1 de marzo de 2011

Cartas a la señora Hernández (V): Esta casa es una ruina

"- Ahh, home, crap home!"

***

"Walter: - What has Max got that I haven't got?
Anna: - Walls."


***

"Walter: - Do you know how hard it is to find a really good carpenter? Besides, I think he's got a brother who's a plumber!
Anna:
- Really? A brother who's a plumber?
Walter: - I think so.
Anna: - Do you think I should sleep with him?
Walter: - Maybe just this once."


***

"Walter: - No pretendo decirle cómo tiene que hacer su trabajo, pero ni siquiera ha echado un vistazo a las tuberías.
Fontanero: - Les eché un vistazo hace tres años. ¿Cree que con el tiempo han mejorado?"

(De "Esta casa es una ruina")

*********************



Excelsa señora Hernández:

Le resumo esta primera mañana de marzo: estamos a once bajo cero (y curiosamente, en las tiendas de ropa de Montreal no se ven más que pareos y biquinis), Jules, el obrero más dicharachero de Montreal (uhm... no, ése no es el adjetivo más apropiado) me ha sacado de la cama a grandes timbrazos, se ha reído de mi pijama, de mis ojos hinchados, de mis zapatillas de estar por casa, de mis pelos y, en fin, de mi persona en general, ha criticado mi café aromatizado a la vainilla, ha molido y preparado una cafetera con el café de monsieur M. (tiene permiso) y café en ristre se ha ido a dar trompazos en algún punto de esta barraca en ruinas. Como en los viejos tiempos: yo, sufriendo (antes, la tesina, ahora, el cáncer) y el Jules demoliendo. *Suspiro*.

Así que ya ve, de nuevo vivo el ménage à trois tradicional en esta casa: monsieur M., yo y un operario (nuestro Jules). Sólo que entre semana monsieur M. está mayormente ausente (y lo estará hasta que me operen), ya que anda construyendo líneas eléctricas allí donde desovan los salmones. No me puedo quejar de soledad, señora: es extremadamente difícil sentirse sola cuando un tipo anda derribando el techo de la cocina a mazazo limpio.

Usted se preguntará por qué demonios estamos -de nuevo- haciendo obras en el palacete montrealés, probablemente se dirá que igual no es el mejor momento, dado mi cáncer, mi paro, el clima boreal en el que vivimos, la crisis, la conjunción planetaria y la situación en Oriente Medio, por mencionar algunos de los factores que indican que tendríamos que esperar. Pues bien, le cuento: todo empezó con una grieta sospechosa -todas las grietas son sospechosas en esta barraca- en el techo de la cocina, exactamente encima de la puerta que da al cuarto de baño. La grieta empezó a extenderse paulatinamente, pero bueno, en esta casa estamos muy acostumbrados a ver signos de decrepitud sin alarmarnos excesivamente. Cuando hace un par de semanas la grieta pasó del singular al plural, y una enorme mancha de humedad empezó a acompañarla, monsieur M. empezó a mostrarse intranquilo. Yo, presintiendo lo que se avecinaba, me apresuré a hacer lo más lógico dadas las circunstancias: galletas de nueces de Macadamia y chocolate blanco. Porque es verdad que soy optimista, señora, y que "pollyannizo" prácticamente todas las situaciones que me caen encima -nunca mejor dicho- y tiendo siempre a ver el lado bueno de las cosas, y a pensar que podría ser peor. Pero no es obligatorio que sea peor todo el tiempo. Jolín.

Tengo que decir que en esta cabaña montrealesa no somos fanáticos de las reformas, a pesar de que podamos dar esa impresión. Es más: me atrevería a decir que las reformas rara vez las decidimos nosotros, se deciden ellas solas (como la vez en la que el techo del cuarto de baño, la porción de encima de la bañera, se le cayó literalmente encima a monsieur M. mientras tomaba una ducha, la misma mañana en la que salíamos rumbo al aeropuerto, de camino a España y a unas merecidas vacaciones).

Por eso, cuando hace unos días monsieur M. tocó el techo de la cocina con la mano y constató que el techo era blando, dijo esas tres palabras cargadas de presagios de caos y polvareda: "Llama al Jules." En esta casa esas palabras son casi el equivalente de "llama a los cuatro jinetes del Apocalipsis". 

Porque mi irreductible hombretón quebequés sólo teme una cosa: que el cielo se desplome sobre nuestras cabezas.

Beso, señora.

Arantza

PD: (Ayer hice mi primer intento de gofres de Lieja. Un desastre. Quizá le sirvan al Jules como masilla para tapar agujeros.)

PD2: (Sigo esperando noticias del hospital. En un momento de nociva ociosidad, me puse a investigar los plazos de espera para cirugías en Montreal y sus consecuencias sobre la tasa de recuperación. Ahí fue cuando paré de googlear e intenté los gofres de Lieja y ante el fracaso, hice unas Chocolate Cherry Coma Cookies, de las cuales me comí cuatro de una sentada, para calmarme.)

PD3: (Estoy inmensamente contenta de que pasara la ITT -Inspección Técnica de la Teta- y todo le diera bien, señora. Hurras y vivas y yupis.)

PD4: (Ahora cada vez que voy a hacer pis tengo que ponerme un casco de Hydro-Québec, por si las moscas.)

PD5, última hora: (Acaban de llamarme del hospital para informarme de que Oncólogo Competente, mi nuevo y flamante cirujano, está de vacaciones. Y que por eso tardan en llamarme. Ah. Vale. Mire, señora, entiendo que los cirujanos tienen derecho a descansar, como todo el mundo, pero si me hubieran avisado antes no habría rechazado las amables invitaciones de mis amigos que viven en el campo, y habría podido irme de vacaciones yo también. En lugar de estar sentada frente a la chimenea en Saint-Vallier, tomando un chocolate, estoy plantada aquí en Montreal, oyendo jurar -"Putain!" a mi operario bretón y narizón.)