"My father died of cancer when I was a teenager. He had it before it became popular."~Goodman Ace
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Empiezo a pensar que una de las cosas más cansadas de tener cáncer es que, después de digerir uno mismo el diagnóstico, le queda la laboriosa y fastidiosísima tarea de anunciarlo. Si uno tiene suerte (y es mi caso), la mayoría de los familiares y amigos se lo toman de manera bastante racional y tranquilizadora, y una vez tragada esa bola en la garganta que les crece con la sorpresa, reaccionan de forma generalmente optimista y solidaria, benditos sean.
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Empiezo a pensar que una de las cosas más cansadas de tener cáncer es que, después de digerir uno mismo el diagnóstico, le queda la laboriosa y fastidiosísima tarea de anunciarlo. Si uno tiene suerte (y es mi caso), la mayoría de los familiares y amigos se lo toman de manera bastante racional y tranquilizadora, y una vez tragada esa bola en la garganta que les crece con la sorpresa, reaccionan de forma generalmente optimista y solidaria, benditos sean.
El problema es cuando uno tiene que seguir anunciándolo a gente no tan cercana, por ejemplo un jefe, o conocidos que por uno u otro motivo deben saberlo. Ahí empieza la parte más plastosa del tema. Uno se siente como un famoso que acaba de anunciar que es gay en el mes de su salida del armario: todas las entrevistas, reuniones y conversaciones giran en torno al monotema, aunque él haga esfuerzos por no mencionarlo. Imagino que la sensación de hartón y las ganas de que la gente se acostumbre a la noticia y se aburra de ella para pasar a otra cosa más interesante (como, yo qué sé, los resultados del último partido o la boda inminente del príncipe William, por poner algún ejemplo) deben de ser igual de apremiantes. Casi dan ganas de poner un anuncio por palabras o convocar una rueda de prensa y soltárselo al planeta entero de golpe. Para que luego le dejen a uno en paz. Porque vale que sea algo importante en tu vida, pero tampoco es que sea lo que te define como persona.
Lo más curioso es que la gente que no ha tenido que enfrentarse a esta enfermedad o que no la ha vivido por medio de alguien cercano (y cada vez son menos, porque si he leído bien, en España un hombre de cada dos y una mujer de cada tres lo han tenido o lo tendrán un día) no tiene ni idea de hasta qué punto el cáncer ha llegado a ser algo frecuente y de que en gran parte de los casos, se cura. Con tratamientos desagradables y agresivos y efectos secundarios indeseables, pero se cura. Hace poco tuve -por razones que no vienen a cuento- que decírselo a mi peluquera, llena de aprensión y pensando que acababa de servirle en bandeja el drama perfecto para contar al resto de las clientas de la jornada, cuando ella me lanzó un sorprendente y desenvuelto: -"Ah, yo también lo tuve hace tres años." Y un coro de mujeres -y un hombre- se alzó en medio de la peluquería con múltiples: -"Y yo." Haciendo la cuenta, de la docena de personas presentes en ese salón, más de la mitad habían estado enfermos de cáncer. La peluquera siguió secándome el pelo, como si le hubiera anunciado que tengo juanetes.
Así que rectifico lo que dije en el primer post de este blog: ni siquiera soy original. Ni especial. Tengo un toquecillo de rareza estadística debido a mi edad, todo lo más. Pero soy de lo más común. Porras. Cancer is so last year. Especialmente el mío.