- "[...] Since you've been such an inspiration for people around... Wow, man! You just ran into a big pile of dogshit!"
- "It happens."
- "What? Shit?"
- "Sometimes."
("Forrest Gump")

lunes, 24 de enero de 2011

Cancer: Sooo last year...

"My father died of cancer when I was a teenager. He had it before it became popular."~Goodman Ace
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Empiezo a pensar que una de las cosas más cansadas de tener cáncer es que, después de digerir uno mismo el diagnóstico, le queda la laboriosa y fastidiosísima tarea de anunciarlo. Si uno tiene suerte (y es mi caso), la mayoría de los familiares y amigos se lo toman de manera bastante racional y tranquilizadora, y una vez tragada esa bola en la garganta que les crece con la sorpresa, reaccionan de forma generalmente optimista y solidaria, benditos sean.

El problema es cuando uno tiene que seguir anunciándolo a gente no tan cercana, por ejemplo un jefe, o conocidos que por uno u otro motivo deben saberlo. Ahí empieza la parte más plastosa del tema. Uno se siente como un famoso  que acaba de anunciar que es gay en el mes de su salida del armario: todas las entrevistas, reuniones y conversaciones giran en torno al monotema, aunque él haga esfuerzos por no mencionarlo. Imagino que la sensación de hartón y las ganas de que la gente se acostumbre a la noticia y se aburra de ella para pasar a otra cosa más interesante (como, yo qué sé, los resultados del último partido o la boda inminente del príncipe William, por poner algún ejemplo) deben de ser igual de apremiantes. Casi dan ganas de poner un anuncio por palabras o convocar una rueda de prensa y soltárselo al planeta entero de golpe. Para que luego le dejen a uno en paz. Porque vale que sea algo importante en tu vida, pero tampoco es que sea lo que te define como persona.

Lo más curioso es que la gente que no ha tenido que enfrentarse a esta enfermedad o que no la ha vivido por medio de alguien cercano (y cada vez son menos, porque si he leído bien, en España un hombre de cada dos y una mujer de cada tres lo han tenido o lo tendrán un día) no tiene ni idea de hasta qué punto el cáncer ha llegado a ser algo frecuente y de que en gran parte de los casos, se cura. Con tratamientos desagradables y agresivos y efectos secundarios indeseables, pero se cura. Hace poco tuve -por razones que no vienen a cuento- que decírselo a mi peluquera, llena de aprensión y pensando que acababa de servirle en bandeja el drama perfecto para contar al resto de las clientas de la jornada, cuando ella me lanzó un sorprendente y desenvuelto: -"Ah, yo también lo tuve hace tres años." Y un coro de mujeres -y un hombre- se alzó en medio de la peluquería con múltiples: -"Y yo." Haciendo la cuenta, de la docena de personas presentes en ese salón, más de la mitad habían estado enfermos de cáncer. La peluquera siguió secándome el pelo, como si le hubiera anunciado que tengo juanetes.

Así que rectifico lo que dije en el primer post de este blog: ni siquiera soy original. Ni especial. Tengo un toquecillo de rareza estadística debido a mi edad, todo lo más. Pero soy de lo más común. Porras. Cancer is so last year. Especialmente el mío.

martes, 18 de enero de 2011

Un garbanzo (que no una perla) de sabiduría

Esto tengo que compartirlo, me he dicho tras haber experimentado una breve epifanía acompañada de un cinnamon bun y un cafelito: ya que no puedo compartir los bollos de canela con vosotros, al menos leyéndome pasaréis a un estadio superior de consciencia. Fijo.

Pues estaba yo plácidamente ingiriendo bollos chorreando mantequilla fundida en cantidades que harían temblar a cualquier cardiólogo, cuando tras leer el correo que me ha escrito una amiga, dándome un jabón que no veas (que si qué creativa, que si qué bien escribes, qué valentía la tuya, qué glúteos más firmes y bien formados... bueno, quizá no esto último), me he puesto a pensar en esa chorrada que he oído tan a menudo a los ex-hippys amigos de monsieur M. sobre lo de que el Universo (ellos lo dicen así, con mayúscula) le envía desafíos sólo al ser (ellos no dicen personas, prefieren los seres) que es capaz de afrontarlos. Hasta ahora esta afirmación me parecía no sólo una perfecta sandez, sino, como dirían mis vecinos americanos, un carro de mierda de toro.

Como si, pongamos como ejemplo, a los pobres haitianos les hubiera caído encima el terremoto, las subsiguientes epidemias y ahora ese egregio hijoputa de Duvalier de vuelta al país, para probar la grandeza de sus almas y lo enorme de su coraje. Estoy casi segura de que ellos hubieran preferido pasar por unos cobardes pusilánimes y caguetas y no tener que chuparse lo que se están chupando en este último año. Vamos hombre.

No obstante, mi muy juicioso amigo Dani, que tiene un máster magna cum laude en Balls Blues, ya  me había advertido en una charlita por Skype, desde la sabiduría que otorga vivir la experiencia en las propias y delicadas carnes, de la tentación que le da a uno de ponerse trascendente en los primeros momentos de un cáncer. Luego parece que se te pasa, porque estás muy ocupado perdiendo pelo en sitios en los que no sospechabas que lo echarías de menos, vomitando, diciendo "ay, ay", teniendo fiebre y tomando opiáceos pagados por el contribuyente. Yo me mostré escéptica: -"¿Trascendente? ¿Yo? Ná."
Pero bueno, él me avisó, por si acaso.

Y resulta que tenía razón, porque tras leer todos esos piropos de mi amiga Mónica me he sorprendido a mí misma parando de masticar -hecho que en sí mismo ya constituye un fenómeno nunca visto en esta casa- y pensando algo que me produce un bochorno terrible transcribir aquí: -"Uhm. A lo mejor esta mierda me ha caído encima para demostrar lo que llevo dentro, mi optimismo, solidez y arrestos, vamos, de qué estoy hecha realmente." Mientras esta mentecatez me pasaba por la cabeza, casi oía la música de "Rocky" de fondo, os lo juro.

Lo cual prueba que los caminos de los egos hipertrofiados son insondables, que la gente está dispuesta a creerse cualquier memez con tal de encontrar un orden o un propósito reconfortante en el caos natural de las cosas, que tengo demasiado tiempo libre, que tengo que dejar de frecuentar a gente que sólo lee libros de autoayuda y va a cursos de reiki y que si alguno de vosotros me sorprende un día citando a Deepak Chopra, le suplico que me pegue un tiro y termine con mi miseria.

lunes, 17 de enero de 2011

Cartas a la señora Hernández (III)

Estimada (de verdad) señora Hernández:

Espero que usted ya esté casi repuesta de su resfriado (¿o gripe?), y que al señor muy alto le haya pasado unos virus menores y debiluchos. Si les sirve de consuelo a los dos, aquí en Montreal la gripe y la gastroenteritis están en su apogeo y han colapsado las urgencias. Hoy acaban de llamarme del hospital infantil para que vaya a trabajar y me lo estoy pensando, porque a menos de dos semanas de la operación (aún no tengo fecha, pero Oncólogo Competente me dijo que antes de febrero) no me apetece nada atrapar la gastro, la gripe, o, con mi buena suerte legendaria, una combinación de ambas.

Yo estoy disfrutando bastante de la buena forma que mantengo por el momento: el paseo en raquetas de ayer me encantó, me descubrió un rincón de Quebec que no conocíamos ni monsieur M. ni yo  (en su caso, algo inaudito, porque con todo lo que viaja por su trabajo no queda un guijarro en esta enorme provincia que mi intrépido bigfoot de marido no haya explorado ya).

Esta semana pasada también he aprovechado para hacer lo único que puede hacer una para prepararse de verdad a vivir un momento trascendente que le recuerda su propia mortalidad y la futilidad de la vida, como es enfrentarse a una enfermedad seria: ir a la pelu e irme de compras. Me he comprado dos pijamas y una bata nueva. Porque me pincharán, operarán, hormonarán y freirán el pobre pecho al microondas, (y quién sabe cuántas indignidades más), pero no me pillarán hecha una facha, oh no. Uno de los pijamas es muy apropiadamente quebequés: está estampado con ciervos y bocadillos saliendo de sus bocas diciendo: "Oh, deer". En la pelu he invertido un mínimo, vamos, estricto mantenimiento, tampoco es cosa de dejarme una fortuna si luego resulta que en unos meses voy a ser la versión femenina de Kojak. Por la misma razón a partir de ahora tengo una excelente excusa para dejar de depilarme.

También he pasado bastante por el gimnasio y me he puesto tibia a sushi, pero nada de ello tenía que ver realmente con mi salud física, sino más bien con la mental (HADORO, HIDOLATRO el sushi). En la misma línea de prepararme para los tiempos duros que se avecinan, me metí en la librería en línea que he evitado virtuosamente durante este último año y me compré el último libro de Louise Penny (es un talento tan desconocido que aún ni la piratean) y varios cómics de Cathy (que venero), con títulos tan estupendos como "Shop till you drop, then sit down and buy shoes", "14$ in the bank and a 200$ face in my purse" y "Another saturday night of wild and reckless abandon".

Mientras le escribo (o lo intento, porque Alfonso no para de interponerse y lanzarle zarpazos al monitor), tengo masa de bollos de canela leudando en la mesa de la cocina. Mañana pienso desayunar en una orgía de café, cómics y cinnamon buns. Todo ello muy bueno para lo mío, me consta.

Mil perdones por soltarle las chapas que le suelto. Dése por abrazada, les envío -a usted y a ese señor tan alto con el que vive- vibraciones de tisanas con miel y jengibre, ya que no le puedo enviar las tisanas, cosa que sería mucho más práctica (llegarían frías). A Pinito, le mando una amonestación amistosa. No, no sé si ha hecho alguna maldad, pero estoy segura de que en un momento dado la hará, así que me anticipo.

Sinceramente suya -de usted- y realmente plasta,

Arantza

PD: (En mis compras preparatorias tengo que pensar en empezar a mirar tiendas de pelucas, porque mi amiga Edith se casa este verano y si me pilla calva como que una pamela me caería fatal. Estoy pensando en una peluca enorme y rosa.)

PD 2: (Pensándolo mejor, igual me calmo un poco en lo que respecta al tamaño de la peluca, mi amiga puede terminar odiándome mucho si lo único que comenta la gente que vea su álbum de fotos es: -"Ah, ¿también invitaste a una drag queen?)

jueves, 13 de enero de 2011

Cartas a la señora Hernández (II)

"Señora:

Siento lo de su virus. Aunque cuando es un virus no muy malvado, a veces viene bien como excusa para hacer un intensivo sofá-mantita-en-la-tripa. Eso lo digo ahora, antes de empezar el baile de los tratamientos, claro. Después de haber pasado por ello, no sé yo si una perderá bastante estima por esos días de leve enfermedad. Imagino que tras el intensivo sofá-mantita del último año, como que para usted la cosa habrá perdido una gran parte de su encanto :-) [...].

Aún no he visto "The Wire", pero algo me dice que en breve tendré mucho tiempo para verla. Ayer en la sala de espera del centro de oncología mamaria me impresionaron grandemente los cuadritos con fotos de flores, los colores rojo-rosas de las paredes, los muebles Ikea, los cojines, las pilas de Vogues y Elles, los platos con caramelos y la tele colgada en la pared con un capítulo de "Glee". Así como lo encantador de las enfermeras.

Parece un requisito obligatorio para trabajar en esa sección del hospital: ser excesivamente mona y encantadora. Vamos, que cualquier vulgar paciente de cualquier otra vulgar enfermedad que pasaba por delante de la pared acristalada arrastrando su percha del suero, nos miraba en todo nuestro glamour femenino y estoy segura de que casi le daban ganas de tener un cáncer de pecho.

Hojeando mi Vogue yo pensaba que a los pobres hombres a los que les entra un cáncer de testículos o una leucemia no les dan más que una siniestra sala de espera con un sofá de tapicería gris (manchada de café) y sillas de plástico, y, si tienen suerte, una máquina de Coca-Cola (lo sé de buena tinta, pasé mucho tiempo en esa sala el año pasado visitando a Cuñado Lascivo). Y la verdad, no me pareció muy justo. Olvidé esta sensación de injusticia en cuanto la amabilísima enfermera me apuntó a un programa de la Asociación quebequesa del cáncer de mama, en el que recibiré clases de yoga gratis y entradas para el cine y algún que otro espectáculo, así como rebajas para comprar cosméticos y recibir masajes. 

Pensé en subir al sexto piso y contárselo a los chicos de urología oncológica, en plan perra total, pero acto seguido recibí de las manos de Encantadora Enfermera un práctico "kit cáncer de mama", que consiste en una carpeta con folletos que ofrecen charlas y psicoterapia de grupo con bonitos títulos como "La liberación emocional: el perdón cura" o "Transformar la enfermedad en crecimiento espiritual", y un librito que en la práctica es un catálogo de todos los efectos secundarios desagradables producidos por la radioterapia, la mastectomía, la quimio y la hormonoterapia. Tras hojear el librito, se me quitaron bastante las ganas de chufla.

En cuanto a mi competente cirujano y mi ganglio centinela, esta vez tuve la buena idea de no decirle al doctor en qué trabajo, porque me pasa un poco lo mismo que a usted: en cuanto cuento que soy intérprete en un hospital, en seguida piensan que yo debí de estudiar la carrera de medicina en algún país subdesarrollado, y que entiendo todo. Y no. Entiendo -en inglés y en francés, eso sí :-)- lo justo para traducir y poder vulgarizar un poco para la mamá boliviana/mexicana/guatemalteca que se siente junto a mí. I speak doctor as a foreign language. Punto.

Así que no dije nada y el cirujano me lo explicó todo muy bien y muy claramente, casi como presuponiendo que yo estaba dotada de un cerebro. Se lo agradecí mucho. Lo único que no me quedó muy claro, entre tanta información, fue lo de que el cáncer sea positivo para los receptores de estrógenos y de progesterona... no sé si es bueno o malo. Presiento que me van a dar hormonoterapia, y que en unos meses seré yo la que le cuente a usted lo de mi mala hostia creciente y mis sofocos. Lo de que sea negativo para el gen HER2 lo entendí: sé que es bueno (menos probabilidades de proliferación, menos probabilidades de quimio).

Yo aún no llego ni a desarrollar un lenguaje Star Wars para explicarme esto, señora. Estoy en una fase mucho más básica y maniquea: bueno-malo, "bueno" siendo toda noticia que implique un cáncer menos invasivo y vigoroso, y un tratamiento menos agresivo, "malo" representando lo opuesto. Es curioso lo simple que me estoy volviendo... no creía posible ser más simple de lo que ya era, pero estoy alcanzando unos niveles de zoquetez bastante asombrosos. Y ni siquiera puedo culpar a la medicación. Todavía.

Ahora la dejo, que me espera un cafelito (bueno) con tostada de aguacate (buenobueno). Le beso las mejillas ruidosamente y repetidas veces.


Arantza"

miércoles, 12 de enero de 2011

Cáncer: It will grow on you

Mi amiga Noema, que no tiene un máster en Boob Blues pero sí que tiene un curso de postgrado en Balls Blues  -no, mi amiga Noema no tiene testículos ni los ha tenido nunca, pero sí que se ha codeado con alguien que... bueno, ésa es otra historia, y ni siquiera es mía para poder contarla, así que mejor no me disperso- el caso es que cuando le conté la noticia, mi amiga me dijo que en alemán tienen un dicho que traducido literalmente quiere decir algo así como "hay que hacerse amigo de la idea". Lo que ella quería decir, con sabia intención reconfortante, es que lo peor es siempre al principio, cuando uno no ha digerido la noticia. Después uno se hace a ella y sigue viviendo.

En inglés tienen una expresión bastante divertida para expresar una idea similar: "it will grow on you", expresión que traducida literalmente no tiene mucho sentido ("crecerá en tí"), pero que significa algo así como "con el tiempo te acostumbrarás y hasta terminará gustándote". En el caso del cáncer, lo de que terminará gustándome no lo tengo yo muy claro, pero lo de que crece en uno me parece muy apropiado.

Tanta digresión lingüística se debe a que esta semana, tras la primera consulta con el cirujano oncólogo me he encontrado catapultada a un planeta que, si bien ya conocía desde fuera, me resulta completamente extranjero y exótico: tiene su propio idioma y sus habitantes nativos. Gracias a los cursos de jerga médica que recibí en los estudios de traducción, me encuentro exactamente como cuando uno hace transbordo en un lóbrego aeropuerto de un país ignoto: entiendo una buena parte, pero no lo hablo.


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Oncólogo Competente hace una pausa en las concisas y cristalinas explicaciones que me ha administrado en los últimos veinte minutos con su voz bien modulada, levanta la vista de la ilustración anatómica en la que ha dibujado circulitos y flechas para ilustrarme mejor y me mira directamente a los ojos, serio y atento. Este cirujano, de mi edad, vestido con una elegante camisa gris marengo y pantalones negros de buen corte, parece salido de un catálogo de Armani. El corte de pelo, un poco largo, como de director de orquesta supermoderno, es lo que le da el toque justo de informalidad y lo salva de parecer snob. Si opera tan bien como se viste, estoy en buenas manos, me digo. Si la que le elige la ropa y el peluquero es su novia, voy a pedir que sea ella la que me opere.

Tras la breve introducción a la anatomía mamaria, y comprobar que soy buena alumna y aprendo rápido, Oncólogo Competente decide lanzarse a las presentaciones formales:

Oncólogo Competente: -"Madame Toquero, aquí su cáncer: carcinoma canalar, hormonodependiente RE y RP positivo, HER2 negativo. Por el momento ignoramos si es invasivo o in situ, y no lo sabremos hasta que no la operemos a usted y efectuemos un buen toqueteo de sus ganglios. Monsieur Carcinoma, le presento a madame Toquero, su anfitriona."

Paciente (es un decir), estrechando la mano de la enorme bola amarilla sentada en la silla frente a la mía en el despacho del doctor: -"Enchantée. Pero creo que ya nos habíamos visto en alguna parte... " La bola gigantesca tiene un extraño parecido con Humpty Dumpty, pero sin el ridículo trajecito de marinero. No me sorprende. Cuando Woody Allen monologa vestido de espermatozoide tampoco me sorprende, aclaro.

Carcinoma (muy cortés): -"Sí, sí, es verdad, en el quirófano de Disco-Surgeon... ahora la recuerdo... ¿cómo está?"

Paciente Impaciente, haciendo un esfuerzo visible por mantenerse educada: -"Bueno, he estado mejor... no se lo tome a mal, pero creía que me había librado de usted definitivamente, vamos, que lo había perdido de vista, y aquí estamos..." Suspira. Oncólogo Competente contempla la conversación con gesto de aprobación.

Carcinoma, cruzando las manos de un tamaño ridículo encima de un regazo enorme, esférico e irregular, parece un poco incómodo. Carraspea un poco y dice, tímido: -"Claro, ajem, entiendo. Pero ya sabe, esto no lo decido yo, en realidad formo parte de sus células, que se multiplican de forma, ajem---"

Paciente Impaciente lo interrumpe con un gesto de la mano, intentando reprimir su irritación: -"---creativa. Ya, ya sé. Es sólo que hubiera preferido que mi creatividad se manifieste de otra forma, qué sé yo, ganchillo, punto de cruz, una novela infecta..."

Carcinoma dirige la mirada a la moqueta de la oficina con aire contrito y no dice nada.

Oncólogo Competente decide intervenir: -"Por el momento, vamos a programarle esa cirugía en la que le cosquillearemos un poco el ganglio centinela, madame Toquero. Y un poco de radioterapia para acompañarla. Y estoy seguro de que en cuanto ustedes dos se conozcan un poco mejor, se llevarán estupendamente."

Paciente Impaciente descruza las piernas y vuelve a cruzarlas cambiando de lado, la expresión hosca. Carcinoma levanta la vista de forma furtiva, y la mira de reojo.

Paciente Impaciente gruñe un poco, por lo bajo: -"Seguro. Vamos a ser amigos del alma."

martes, 11 de enero de 2011

Cartas a la señora Hernández (I)

"Señora Hernández:

[...] Yo también me he atizado un maratón de cocina (ansiedad pre-cita con el oncólogo, me temo): borscht (aún nos quedaba medio saco de remolachas del otoño... sí, aquí las venden por sacos, a un precio ridículo: su peor pesadilla :-), cremita de coliflor, cake cranberry-orange (restos de cranberries de  las navidades) y moussaka. Una barbaridad. Tenemos para toda la semana.

Mañana es mi cita con el oncólogo, pero más para entrar en contacto y coger el testigo que le pasa Disco-Surgeon que otra cosa. Imagino que saldré de allí con numerosas citas para numerosos pinchazos y ---grafías varias. Vamos, que será como el primer día de clase: conoceré al profe y no habrá muchos deberes.

Por lo demás, duermo mucho (Monsieur M. dice que yo ahogo las penas con la almohada), como mucho chocolate, me bajo muchos libros de sitios pérfidos que me pasa mi hermano (que además de estoico, es informático y sabe dónde bajarse TODO salvo una caña fresca y una ración de calamares) y de vez en cuando hiperventilo un poco y se me acelera el corazón (sin ver fotos de George Clooney, aclaro), que es la única manifestación de ansiedad (aparte de los maratones cocineros) que he experimentado hasta ahora.

Este fin de semana pasado Monsieur M. me ha dado un cursito de esos de tai-chi que da él, con énfasis en la respiración y relajación, durante el que casi me quedo sobada. Con cierta irritación, me dijo que muy bien lo de relajarme tanto, pero que el propósito de dicho ejercicio es intentar hacerlo manteniendo la consciencia. Bof, detalles. Yo me digo que tengo que aprovechar este ataque de narcolepsia que me está dando, en vistas de futuras noches sin dormir por pupas y efectos secundarios varios.
En realidad, lo que realmente me gustaría sería ponerme el pijama, echarme a dormir, que me hagan todo lo que tienen que hacerme y que me despierten dentro de unos meses, cuando hayan terminado.

[...] Que sepa usted que sus mensajes me sientan tan bien como el chocolate que me mandó (aún queda, pero porque lo raciono), y que consigue tranquilizarme asegurándome eso de que aunque la cosa pinte mal luego resulta bien.

Apreciándola inmensamente, le mando besos y abrazos.

Arantza"

miércoles, 5 de enero de 2011

Carta a los Reyes (sí, yo también)

Queridos Reyes:

No sé muy bien por qué me molesto, porque en este gran país ustedes no tienen sucursal. Tampoco vivo en una república, no vayan a creer, (aunque ya me gustaría). Liz es legalmente reina y soberana del Canadá. Pero en lo de los regalos ustedes se han dejado ganar por el gordo barbudo, que aquí tiene el monopolio. Bien pensado, yo creo que él está más adaptado a este clima.

A lo que iba, que aunque mañana sea día laboral, yo por si acaso pongo de mi parte y les escribo. Por pedir que no quede. Tengo que decir en mi favor que si bien disto mucho de ser una persona ejemplar, hago lo que puedo por no corromper a nadie con mi mal ejemplo, hasta he llegado al extremo de abstenerme de reproducirme. Mis sobrinos pasan olímpicamente de mí cuando les llamo por teléfono, y mi sobrina sólo muestra cierto interés en las videoconferencias si me pongo varios sombreros raros mientras le hablo. Así que por ese lado tampoco hay peligro.

Yo les pediría simplemente que este año termine mejor de lo que empieza. Dejando aparte un par de detalles como un cáncer y un poco de paro transitorio, tampoco empieza tan mal, la verdad: tengo unos cuantos amigos a los que puedo calificar de tales, interesantes, divertidos, generosos y extremadamente buenas personas, que no me olvidan y a los que no olvido, tanto a si viven lejos como cerca (por cierto, échenles algo, se lo merecen). Mi familia me tolera lo suficiente como para querer saber de mí una vez por semana y a veces hasta más. Y mi hermano me manda libros y amenaza a sus retoños para que me pinten tarjetas navideñas y me ignoren por teléfono. Vamos, que nos queremos razonablemente, y eso. Mi compañero y quebequés de marido, ese señor grande, zen y que ha eliminado tanto el apego que ni siquiera deja su zapato bajo el árbol la noche del cinco de enero (hoy aún menos, anda electrificando renos muy al norte), me sigue queriendo a pesar de haber vivido conmigo doce años, innumerables síndromes premenstruales, una tesina, cinco meses de paro, una adaptación cultural del emigrante y mi propio cambio climático (sí, yo he vivido uno personal, que pasar de quince grados en Bilbao a veinticinco bajo cero en Montreal se vive como una hecatombe). Y ahora que en un alarde de originalidad me arranco con un tumorcillo (por lo de introducir emociones fuertes en su vida) no parece tener la más mínima intención de ir a comprar leche o a por tabaco y no volver nunca. Lo de que sea intolerante a la lactosa y no fume también ayuda. Él sólo me ha advertido que su repertorio de recetas es un bastante somero, por lo que pueda venir.

Hasta mis gatos son buena gente, y eso que técnicamente ni siquiera son gente. Pero padecen de felicidad crónica, especialmente Alfonso, que en su vida sólo ha parado de ronronear cuando le pincha el veterinario, y ese silencio indignado dura unos cuarenta segundos. En cuanto el doc le rasca un poco el cogotillo, se lo perdona todo y vuelve a ronronear. Siempre ha sido un gato fácil.

Todos estos seres vivos a los que quiero profundamente parecen además gozar de buena salud, así como sus descendientes y parejas correspondientes, y dichas parejas tampoco parecen manifestar ningún interés por ir a buscar tabaco a la tienda de la esquina.

Así que ya ven, no tengo mucho que pedir, salvo quizá que les suelten una bronca a mis células para que dejen de duplicarse en plan creativo. Porque en lo demás, yo creo que lo tengo todo. Y desde que tengo un libro electrónico, el torrent está que echa humo (lo siento, soy pobre, y ya he dicho al principio que no soy una persona ejemplar).

Pasen buena noche. Y viva la república.

martes, 4 de enero de 2011

Camina hacia la luz

Cuando una se lanza y anuncia a la familia, los amigos y conocidos que tiene un cáncer de pecho (no consigo habituarme a la expresión española "cáncer de mama", me hace sentir demasiado como si fueran a ordeñarme), piensa que las reacciones que va a obtener van a ser tan variopintas como las personalidades de la gente a la que le suelta la noticia. Sobre todo teniendo en cuenta que lo del cáncer cosquillea zonas sensibles como la enfermedad (grave), el miedo (al dolor, a la muerte), la empatía y la compasión. Lo más sorprendente es que no sea así, o no tanto como lo esperaba. La mayoría de la gente  se sitúa en este espectro de cuatro reacciones diferentes, o en una combinación de dos de las cuatro:

1. La trágica o "ohcieelosvasamorir". Como dice mi amiga la señora Hernández, que es una experta (tiene un máster en Boob Blues), la persona que reacciona así te mira a los ojos en un silencio cargado de emoción, te toca el brazo con gran delicadeza y cara de pena, y mientras le hablas con toda la calma del mundo mantiene esa expresión de "escucha a Melinda y camina hacia a la luz".

2. La vengadora o "¿dequiéneslaculpa?". Extremadamente improductiva y, en lo que a mí respecta, bastante cargante. Vale, sí, tardaron un año en dar con el diagnóstico. La medicina no es una ciencia exacta. Si hubiera nacido en Sudán aún tendría el garbanzo prosperando tranquilamente en el pecho derecho.
Vamos, que el que yo tenga cáncer no es culpa de nadie, ni de los dos radiólogos que examinaron mis mamografías y ecografías, ni de los dos cirujanos que me estrujaron, palparon y cosieron, ni de los dos amables médicos de familia que me aconsejaron. Si acaso, sería culpa de mi patrimonio genético, y como dicho patrimonio también me ha procurado cierta habilidad para los idiomas y bonitos (creo) ojos verdes, pues tampoco estoy por empezar a recriminarle a mi pobre madre lo de haberme pasado sus genes gripados.

Tampoco es culpa mía: parece obvio, ¿verdad? Pues también he tenido que escuchar que "vivir en la ciudad, con toda esa contaminación es malísimo", "usas demasiado el microondas", "eso son esas botellas ecológicas reutilizables en las que bebes" y "tanto estrés, ya te dije que meditaras". Al próximo que me diga algo así le sacudo con un bate de béisbol en la cabeza para ayudarle a meditarlo. Probablemente me ahorraría el estrés de escucharlo. Yo lo advierto de forma amistosa, porque si encima de lidiar con el cáncer tengo que escuchar que es culpa mía (yo, que no fumo, no bebo, soy vegetariana de lunes a viernes, como carne roja tres veces al año, mantengo un peso óptimo y hago cuatro días de ejercicio por semana como mínimo), como que me dan ganas de probar unas patadas frontales que aprendí hace tiempo en el gimnasio.

Bastante coñazo es ya aguantar estoicamente todas las consultas, pinchazos y esperas, como para tener que andar aplacando la cólera de los justos, aunque sean justos bienintencionados. Keep the drama for your mama.

3. El cheerleader extremo. Se manifiesta de maneras diferentes, pero las dos variantes más habituales son la pseudocientífica y la alternativa. Ambos se muestran forzadamente jubilosos y casuales, ("elcáncerescomounagripe"), se precipitan a sepultarte (metafóricamente, ¿eh?) con toneladas de información habitualmente de fuente dudosa y hablan muy rápido para no darte tiempo a meter baza y evitar todo riesgo de tener que lidiar con lo que sientas. Afirman repetidas veces que el cáncer hoy en día es una tontería. Esperan de una que responda (eso, los que esperan que una responda) como si no estuviera preocupada y estresada y no fuera a estar muy mala durante meses. Los de la tendencia alternativa te sugieren todo tipo de cosas absurdas, desde el jugo de col pasando por el de áloe, la visualización positiva y la terapia bioenergética. Ninguno se ofrece para cosas más prosaicas, como cocinarte una sopa o venir por casa y hacerte una colada en el caso de que te den quimio, estés sola en casa y te dejen en un estado en el que necesites ayuda para levantarte e ir al cuarto de baño.

Al final, va a resultar que lo que decía mi amiga Violeta durante nuestra dolescencia era cierto: los verdaderos amigos son los que están dispuestos a sujetarte el pelo mientras vomitas (el pelo en este caso puede ser metafórico).

4. El apreciado (al menos, por mí) término medio: la gente que se lo toma con la mayor naturalidad posible. Solidarios, pero no trágicos. Optimistas, pero sobrios, aunque no fríos. Saben que es serio, pero que no me voy a morir en los próximos cinco minutos, y me han ofrecido echarme una manita si necesito gente que haga la compra o me lleve en coche al hospital. Suelen escuchar más que hablar, y preguntar cosas como: "¿Qué puedo hacer por tí?", y lo que es aún mejor, parecen tener la intención de hacerlo.

Os dejo, tengo que hacerme el zumo de áloe y col del mediodía, seguido de una sesión de reflexología bioenergética y un concurso de dardos. El que acierte en el ojo de Melinda gana un tupper sin DEHA ni PET.

Merde, alors

- "[...¨] Since you've been such an inspiration for people around... Wow, man! You just ran into a big pile of dogshit!
- "It happens."
- "What? Shit?"
- "Sometimes." (Forrest Gump)

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"Es muy probable que ocurra lo improbable" (Aristóteles)


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Todo empezó hace un año, cuando me encontré el garbanzo. Bueno, no fui exactamente yo la que lo encontró, sino ese señor muy grande que vive conmigo y que es suscriptor de este cuerpo serrano. Tras un año interminable de mamografías, ecografías, preguntas, observaciones humillantes, estrujamientos y palpaciones varias, a lo largo de las cuales -sentada en camillas recubiertas de papel blanco, el torso descubierto a la vista de dos médicos que me miraban sólo de barbilla para abajo mientras murmuraban con un distante aire clínico, como si no hubiera una persona anexa a las tetas en cuestión- tuve que oír hablar abundantemente de:

a) la fascinante inversión de mis pezones
b) la extremada densidad de mis pechos (¿una manifestación de mi privilegiado intelecto?), poco frecuente en una mujer de mi edad avanzada (aquí, absurdo sentimiento de orgullo al pensar en todas esas flexiones y levantamientos de pesas que me he chupado, mezclado con irritación producida por la alusión a mi edad)
c) el hecho de que yo sea una nulípara con antecedentes familiares (¿en qué momento perdí el título de ser humano durante la conversación?) me convierte en una mujer desnaturalizada que se busca un cáncer pero ya mismo (para los curas, existe el castigo divino, para los médicos, el estadístico)

...todo lo cual concluyó en doble diagnóstico que afirmaba la benignidad del garbanzo en cuestión. Tranquilizada por el resultado, y convencida por la insistencia de mi médica de cabecera (que es muy buena persona, y muy habladora, talmente como una de esas tías gorditas y benevolentes que te dan consejos mirándote por encima de las gafas con cadenita), decidí operarme de todas maneras y someter el garbanzo al microscopio antes de olvidarlo definitivamente. Y dejar atrás un año en el que cada vez que entraba a un despacho era para abrirme la blusa y enseñarle las tetas a alguien, hasta el punto de que cuando tenía entrevistas de trabajo tenía que recordar no desabotonarme la ropa.

Fui operada con anestesia local (por petición propia) en 45 minutos de un surrealismo delirante, a ritmo de Lady Gaga (cómo no), y mi joven, guapo y gay cirujano bailaba mientras ataba las suturas ("Ga, ga, oh, la, la"). Disco-Surgeon me propuso enseñarme el garbanzo, y yo dije que sí, claro, y si hubiera tenido la cámara (difícil esconderla en el camisón del hospital), le hubiera sacado una foto para enseñársela a los invitados después de la cena. Tics de tener un blog culinario.

Una vez el asunto terminado, di por sentado que en una semana ya sería capaz de volver al jogging. Disco-Surgeon, él mismo visiblemente adepto de la musculación, afirmó que al día siguiente podría ir al gimnasio. Me despidió jovial, afirmando que si habría cualquier cosa me llamaría, pero que estaba convencido de que no volveríamos a vernos, a no ser que yo fuera una habitual de las discotecas del Village. Me soltó unas cuantas estadísticas tranquilizadoras (funcionan muy bien conmigo), diciéndome que entre el 80 y el 90% de los bultos que se encuentran en el pecho son benignos, y que en el caso de mujeres jóvenes, de menos de 40 años (cada vez me gustaba más este médico), casi el 99% de los bultos resultan no ser cancerosos.

Diez días más tarde, justo antes de Navidad, Disco-Surgeon y yo volvíamos a encontrarnos, sólo que en lugar de una camiseta ajustada de lycra, él llevaba su bata blanca, su cara de "siento-tener-malas-noticias" y me anunciaba que yo formaba parte del afortunado uno por ciento. Para que luego no me digan que no soy especial. "Un petit cancer", puntualizó, para animarme.

Merde, alors.