Majestuosa señora Hernández:
Hoy fui a ver a la Oncopatrulla X (The Sequel). A Quimio-Oncólogo lo he rebautizado el Hombre Químico, que suena más a superhéroe con leotardos. Mentsch Surgeon y el Hombre Químico me han hablado así, al alimón, y me han contado que mi ex-tumor (bueno, un fragmento muy pequeñito del mismo) ha vuelto de sus vacaciones en Florida tan moreno y relajado que ha resultado ser de poca tendencia a reproducirse en un futuro, qué esfuerzo, qué pereza. Así que parece que voy a poder conservar las cejas y otras pilosidades. Me libro de la quimioterapia, señora. Parece que los genes perversos que heredé de Santa Madre a fin de cuentas no han sido tan perversos, y que me ha tocado el Rolls-Royce de los cánceres de mama. Hombre Químico ha coronado la buena noticia diciéndome que toda esa sangre que ha pedido que me saquen para todos esos análisis que me ha hecho estas dos semanas pasadas prueban que tengo el cuerpo de una veinteañera. De una veinteañera cansada, aclaro. Creo que Hombre Químico se refiere más a mi conteo sanguíneo que a mis muslos, pero en cualquier caso a mis treinta y nueve sienta bien tener algo de veinteañera. Lo que sea.
Mentsch Surgeon parecía muy contento de poder darme buenas noticias, por mi parte le he dicho que no se lo tome a mal, que me parece encantador, pero cuanto menos lo vea en lo sucesivo, mejor. Él ha sonreído y ha dicho que en tres meses, con galletas, es una orden. Y me ha dejado con Hombre Químico y Radio Chica (que se ha unido al festejo). Entre los dos han empezado a hablarme de la radioterapia, y de la hormonoterapia, y he tenido que pedirles un momento, porque han empezado a bombardearme de información y yo aún andaba digiriendo la noticia. Digamos que estaba preparada para lo peor (cinco meses más de quimio y horrores varios), y resignada a hacer lo necesario para sacarme esta mierda de encima, pero que si me dan a elegir entre cinco meses de calvario y seis semanas de radioterapia, como máximo, prefiero la segunda opción, claro está. Y si me dan a elegir entre la radio y una patada en la boca -siendo la patada terapéutica y ofreciendo las mismas posibilidades de curación-, uhm, creo que hubiera elegido la patada. Al menos se termina rápido. El caso es que empiezo a ver la luz al final del túnel, señora, y no, no es que me muera (no ahora mismo, un día, seguro que sí), es que este episodio toca a su fin. Y empezaremos nueva temporada, con nuevo guionista. Tengo unas ganas locas. Y tengo una suerte flipante.
Así que he pedido un momento, y les he dicho que me costaba contenerme para no hacer una happy dance en la misma consulta. "Pues no se corte", ha dicho muy sonriente Hombre Químico. Y no me he cortado. He dicho "Yesssssss", haciendo lentamente círculos con los puños cerrados y girando las caderas. Tras lo cual he vuelto a sentarme en la camilla, modosita. Y me han explicado lo del tamoxifeno y sus efectos secundarios posibles; cómo voy a engordar, y a perder las reglas con el riesgo consiguiente de embarazo no deseado por falta de precaución, y a tener un bajón de líbido, y a tener cambios bruscos de humor y volverme una perra generalizada. Les he dicho que no hay problema, que los efectos secundarios parecen ser un problema sobre todo para Monsieur M., que como se ha casado conmigo, está atrapado cual rata en un cepo. Los dos médicos parecían un poco perplejos. Radio Chica me ha contado cómo van a churruscarme en el programa popcorn de un enorme microondas radioactivo, y cómo me va a dar la impresión de estar pasando el verano en Fukushima. "¡Venga p'alante!" le he respondido, entusiasta. (En realidad he dicho "Bring it on!", que es lo mismo). Estaba tan contenta y aliviada que si me hubieran dicho que además de recibir una patada en la boca tendré que leerme todos los libros escritos por Paulo Coelho, hubiera accedido sin rechistar. Bueno, igual a lo de los libros de Coelho no, pero a la patada sí.
Esto ya no va a durar mucho, señora. Ya le digo, veo la luz. Creo que es la del baño, he debido olvidarla encendida.
Ahora en serio: la cantidad (y la calidad) de personas que se han alegrado sinceramente conmigo es bastante maravillosa . No sólo tengo la mejor clase de tumor posible, también tengo la mejor clase de amigos.
Abrazos y besos jubilosos.
Ahora en serio: la cantidad (y la calidad) de personas que se han alegrado sinceramente conmigo es bastante maravillosa . No sólo tengo la mejor clase de tumor posible, también tengo la mejor clase de amigos.
Abrazos y besos jubilosos.