- "[...] Since you've been such an inspiration for people around... Wow, man! You just ran into a big pile of dogshit!"
- "It happens."
- "What? Shit?"
- "Sometimes."
("Forrest Gump")

domingo, 24 de abril de 2011

Cartas a la señora Hernández (VIII): relámpagos y milhojas

Epatante señora Hernández:

No sólo le contesto el correo, sino que le diré que ahora me permito un texto largo al día y el de hoy se lo consagro a usted (me gusta utilizar verbos de temporada, y "consagrar" le va muy bien a la Semana Santa). Tengo que andar con cuidado y no escribir mucho, porque el teclear y utilizar el ratón me hace mover todos esos tendoncillos y músculos que tanto me torturan últimamente. De ahí este racionamiento textual. Por una vez en mi vida, tengo que ser más lectora que escritora, cosa que no me viene nada mal.

Comienzo por lo más plastoso, el parte médico: como le conté, parece que en estas dos semanas he desarrollado un efecto secundario no demasiado habitual de la biopsia del ganglio centinela, la trombosis linfática ligera. Sé que la palabra "trombosis" da muy mal rollo (en mi lista de palabras que dan mal rollo, anda en cabeza, junto con "cardenal" -en ambas acepciones-, "parásito" -y sus derivados-, "fascismo" y "alternativo", ésta última ha sido incorporada en los últimos tiempos, por saturación de sugerencias curativas).

No la aburriré con los detalles, que para eso tiene usted una familia entera de galenos; parece que cuando Mentsch Surgeon (Cirujano Humano) me extrajo dos ganglios para analizarlos, los vasos linfáticos afectados por la desaparición de los ganglios se me pusieron a cicatrizar de una manera un poco rara. Y dejaron como residuo una especia de cuerda que da mucha grima, porque la primera vez que se manifiesta es talmente como si un nuevo tendón hubiera hecho su aparición en el brazo, recorriéndolo de la axila a la muñeca (¿ha visto "Alien"?). Esta especie de cuerda duele en sí misma, y si a todo ello le añadimos que el doc tuvo que toquetearme muy ligeramente los alrededores del nervio vago, irritándolo hasta lo indecible, el resultado es que el brazo entero duele que te rilas. El dolor tiene un toque agudo y eléctrico muy desagradable, es la misma sensación que cuando uno se da un golpe en el codo con el canto de una puerta y acierta en el nervio. Pero en todo el brazo. De ahí los relámpagos del título. Para consolarme (y para compensar mi minusvalía repostera de los últimos tiempos), al volver de la clínica de fisioterapia paso por una pastelería de la calle Fleury y me compro un éclair au chocolat. Y cuando no tienen relámpagos, me doy a los milhojas desaforadamente.

La forma de tratar todas estas molestias es bastante primitiva: consiste en que un fornido fisioterapeuta (en mi caso, Carl, negro, treinta y tantos, inmenso como un jugador de fútbol americano, los bíceps de este hombre son como mis dos muslos puestos juntos, algo desproporcionado) le reblandezca a una el brazo con calor húmedo, a continuación se lo anestesie con abundante crema analgésica y después tire de él a profusión en múltiples direcciones. En su uniforme del hospital, Carl tiene toda la pinta -y la actitud- de uno de esos amables y plácidos enfermeros que vigilan los psiquiátricos. Carl es un montrealés anglófono que habla un francés bastante limitado, así que nuestras sesiones de tortura controlada transcurren en inglés. Él dice cosas como "Ahora vas a darme el brazo, sweetie, voy a tirarte un poquito de él, dear, y puede que notes una ligera molestia." Ese tipo de anuncios me hace tragar saliva y responderle: -"Vale, pero cuando termines me lo devuelves." A mí no me importa que se ocupe de mí un fisioterapeuta en color o en blanco y negro, señora, no es eso. Pero es que Carl me sobrepasa de unos ochenta kilos y da bastante miedo cuando se pone a a hacerme crujir diversas articulaciones. Aún así, parece estar ayudándome, y progreso, aunque lentamente. Ya puedo atarme una coleta sin blasfemar. Parece que para que desaparezca la irritación del nervio llevará tiempo, de ahí lo de no emocionarme y no pasar muchas horas delante del ordenador.

Ya ve, yo que me las prometía muy felices, pensando en cómo durante esta convalecencia iba a ser creativa y escribir algo que revolucionara el mundo de la literatura popular, y ver todas las películas de arte y ensayo que tengo atrasadas, en lugar de eso me paso los días siendo manipulada cual muñeca de trapo, comiendo pasteles, leyendo novelas cutres de ciencia ficción y masajeándome el brazo con Voltarén mientras veo basuras protagonizadas por Jennifer Aniston, a la que aborrezco bastante. Estos días en la tele es eso, o "Ben Hur". Y a Charlton Heston en minifalda lo aguanto aún menos que a Jennifer. Normalmente cuando ando de humor a nubarrones el ejercicio me ayuda, pero de momento no puedo hacer mi jogging cotidiano (olvide la idea de cualquier ejercicio que conlleve dar saltos... por no hablar de que aún soy incapaz de embutirme en un sujetador deportivo, con mis costuras aún frescas). Me iría a dar paseos, pero estamos teniendo la primavera más fría y gris de la historia (incluso en términos quebequeses), raro es el día en el que levantamos cabeza de los dos grados. Hacer cosas manuales o cocinar es bastante imposible por el momento, aunque ayer me salté las restricciones, le puse a monsieur M. a cortar y picar verduras e hice un osso bucco bastante esplendoroso. Y según le escribo, una compota de ruibarbo y fresas cuece en la cazuela. Cosas ambas que me levantan el ánimo y me hacen salivar. Esta semana me propongo el faraónico proyecto de plantar las semillas de mi mini-huerto (testimonio de mi fe optimista en que la primavera - la meteorológica, no sólo la astronómica- terminará por llegar). Y de intentar responder a algún correo y a los comentarios que se me amontonan.

Sé que esto es pasajero, señora. Y que tengo suerte de que me haya tocado un petit cancer, en lugar de uno gordo y difícil de curar. Y que aún me quedan tratamientos e incomodidades. Así que intento ser paciente, pero no se me da muy bien lo de la minusvalía. Ni lo de la paciencia. Entretanto, me como todo ese chocolate que usted, Noema y Gin me han mandado, y leo todos sus libros. Y me digo que tengo bastante suerte de contar con usted y con ellas, y con toda esa gente que me ha escrito.
Pues eso. Que la estimo en cantidades industriales. Que sus correos me hacen compañía. Y que esta semana tengo que pillarla para un Skype, me gustaría oír de nuevo su voz cascabelera.

Beso.

Arantza

viernes, 8 de abril de 2011

Di sí a las drogas

Tras su experiencia quirúrgica, Paciente Impaciente ha llegado a varias conclusiones:

1. La morfina no es pecado si se utiliza por pura necesidad, a saber:
- por pura necesidad recreativa
- por necesidad intelectual (como en el caso de Sherlock Holmes)
- en medicina paliativa
- por necesidad postoperatoria, como es su caso


Paciente Impaciente está poniendo mucha lima en el coco, que es una forma muy para todos los públicos de decir que está descubriendo los placeres de los derivados de la morfina. Paciente Impaciente constata que en su caso personal los derivados de la morfina no parecen aguzar sus capacidades deductivas, como le ocurre a Mr. Holmes. Ella sospecha que incluso las disminuyen, dado que desde que ha empezado a consumirlos parece sentirse como si la hubieran deshuesado y observa una inclinación inexplicable por ver talk shows mañaneros comiendo chocolate tumbada en el sofá. Y dormir muchas siestas seguidas.

2. Los anestesistas canadienses no parecen seguir el patrón de los dos anestesistas vascos que ella conoce: no son jóvenes, guapos y musculosos. Son pequeñajos y tienen tendencia a llevar mechas y gafas con monturas de colores chillones. Y a insistir en imágenes de relajación absurdas, tales como: "Imagínate que estás en una playa de Cancún, la arena blanca y fina te acaricia los dedos de los pies." Paciente Impaciente no ha estado en Cancún en su vida. Y las playas que ella prefiere, las del litoral vizcaíno, no tienen arena blanca y fina. Ni son relajantes, porque las olazas son de las que si te descuidas te bajan el biquini hasta los tobillos. Ella para relajarse prefiere imaginarse en el horno, dentro de un gigantesco bizcocho de chocolate, o tomando el té con el príncipe Charles y la reina Isabel (y sabe que suena raro, sí, pero toma drogas, qué pasa). Igual la conclusión de Paciente Impaciente sobre los anestesistas canadienses se vio influenciada por el estado de ligero terror en el que estaba sumida unos minutos antes de ser anestesiada, porque es verdad que la muestra poblacional en la que se basó era bastante escasa.

3. Los pacientes deberían ser intubados con algo que tuviera los cantos más redondeados, definitivamente. A juzgar por el estado de su garganta (como si hubiera tragado una sopa de gravilla), Paciente Impaciente apostaría que el cretino que diseñó los aplicadores de tampones (para los señores que ignoren este detalle: unos malditos tubos de cartón, con su canto bien cuadrado) fue el mismo que tuvo la idea del tubo endotraqueal. Con los mismos resultados incómodos.

4. Dentro de su mala suerte de últimamente, parece ser que Paciente Impaciente no se ha llevado la palma. Paciente Impaciente anuncia a todos los adorables lectores que la han seguido hasta este blog y la miman, jalean, animan y comentan, que es la "feliz" propietaria de un cáncer de mama en el estadio 1, que no afecta a sus ganglios. En el "top 40" de los cánceres de mama, es de los menos malvados. Paciente Impaciente, que ha recibido todas estas noticias en persona y en un amable correo electrónico de cortesía postoperatoria de su doc, ha prometido a Cirujano Humano otra tanda de muffins semejante a la que le hizo antes de que la operara. El dicho doc se ha declarado encantado y ha puntualizado que, dado el esmero con el que le puso las grapas en la axila y los puntos particularmente bien hechos de su pecho, cree merecer que sean de arándanos. Y chocolate negro.

Y dicho esto, Paciente Impaciente os agradece todo el apoyo de los últimos días y os pide perdón por no responder a vuestros comentarios, porque ahora mismo tiene una siesta pendiente. Beso.

miércoles, 6 de abril de 2011

Pon la lima en el coco


Este año, concretamente el 12 de abril, es el 50 aniversario del vuelo del primer cosmonauta Yuri Gagarin, el primer ser humano que viajó al espacio. Alguien a quien quiero mucho me ha recomendado que mañana cuando entre en el quirófano piense en el miedo que debía de tener Yuri cuando embarcó en la Vostok 1, sin saber a ciencia cierta si iba a poder volver a la Tierra. En comparación, mi operación es pan comido, ni siquiera es terreno inexplorado. Ese alguien también me ha sugerido que ponga la lima en el coco. (Es difícil de explicar, pero a mí siempre me ayuda bastante :-).

Sigo leyendo correos y pensando que soy bastante millonaria, al menos en gente a la que le importo. Un buen amigo me ha enviado música yiddish para que entre al quirófano a ritmo klezmer, muy apropiado para la ocasión. La señora Hernández me anuncia que un paquete postoperatorio está surcando el océano rumbo a la barraca montrealesa, y me confirma que el tecnecio 99 que me van a inyectar va a proporcionarme superpoderes. Un tanto inútiles, pero superpoderes, al fin y al cabo. Otro amigo, éste anestesista de profesión, ha intentado calmar mis nervios de manera estadística, oliéndose que a la cartesiana que llevo dentro unas cifras no le vendrían mal, afirmando que una mujer joven y sana (gracias, cher ;-D) como yo corre menos riesgos en quirófano que en la calle en una ciudad media. Así que voy a intentar que no me atropelle un taxi cuando vaya ahora al hospital a que me chuten el contraste radioactivo. A ese amigo le prometo que en su honor, voy a hacer algo que no suelo hacer nunca: dormirme en los brazos de un hombre mientras pienso en otro :-). Sólo por esta vez.

lunes, 4 de abril de 2011

Arco iris

Monsieur M.: - "Morado. Morado berenjena."

Paciente Impaciente: -"Púrpura cardenalicio."

Monsieur M.:- "Rosa atardecer en el mediterráneo."

Paciente Impaciente: -"Azul de Prusia."

Monsieur M., ladeando la cabeza: -"Tiene un claro toque de verde. Verde lima."

Paciente Impaciente: -"Pero hoy predomina el amarillo. Es indiscutible." Lo piensa un poco. -"Noema tiene razón. Es como una maldita bandera del orgullo gay."

Monsieur M.: -"Ya sé que esto provoca un interés científico malsano, pero que digo yo que igual dejamos de mirarte el hematoma del pecho y entras en la ducha de una vez, que podamos cenar."

viernes, 1 de abril de 2011

Banderilleros y picadores

La doctora Anastasia, la médica que va a encargarse de mi biopsia, tiene un apellido ruso, es una cuadragenaria con el pelo de un rubio ceniza -natural-, los ojos de un azul pálido y gélido como un glaciar y un ancho de hombros de campeona de natación. Me muestra la aguja con la que me va a hacer la biopsia de los nuevos bultos que me encontró  Mentsch Surgeon (el alias yiddish de Cirujano Humano) la semana pasada. Mentsch Surgeon quiere saber antes de operarme la semana próxima (sí, sí, ya os dije que esto rula) si mi tumor inicial ha tenido tiempo de tener hijitos, porque ya puestos a jugar en mi pobre pecho maltrecho, aprovecharía para darle una buena batida. La doctora Anastasia tiene exactamente el aspecto que tendría la actriz que yo eligiría para interpretar a un oficial médico supervisor de torturas de la KGB, y la aguja que esgrime es del tamaño y del aspecto de una Black & Decker. Me da un ligero vahído y decido que va a ser mejor no mirar mientras me hagan la autopsia. Digo la biopsia.

Tras la anestesia local, empiezo a pensar que mi pecho dentro de poco va a empezar a tener el aspecto de esos alfileteros chinos de trapo en forma de tomate. La doctora Anastasia se aplica al trabajo, gruñendo y quejándose de lo denso del tejido (no, de verdad, esta gente va a acabar desanimándome de ir al gimnasio), de lo móviles que son los bultos, y juega a "¿Dónde está Wally?" con su aguja descomunal. A juzgar por lo que estoy notando con la anestesia, pienso que los pobres que tengan que pasar por una biopsia de un testículo tienen que ver constelaciones enteras de estrellas.

Doctora Anastasia, brusca: -"No se mueva."
Paciente Impaciente: -"No puedo, me tiene ensartada como a un pincho moruno."
Estocada. Presión.
Paciente Impaciente: -"Ouch. Me recuerda usted a los banderilleros de las corridas de toros de mi país natal."
Pinchazo. Empujón. Dolor agudo.
-"¡Auh! No, no a los banderilleros. Más bien a los picadores."
Más presión. Más pinchazo. Sensación de pinzamiento cuando recoge la muestra de tejido.
-"Y empiezo a sentir bastante simpatía por el toro."
Doctora Anastasia sentencia, concentrada en la pantalla del ecógrafo: -"Es una costumbre bárbara y primitiva." Mueve la aguja con brusquedad. Presión. Pinchazo.
Paciente Impaciente: -"Ayy. Ya lo creo. Mis sentimientos antitaurinos aumentan por momentos. A simple vista, ¿qué pinta tienen los bultos nuevos?"
Doctora Anastasia, parca: -"Si estos bultos son cancerosos, me lameré mi sombrero."
Paciente Impaciente: -"Creía que la expresión inglesa era "me comeré mi sombrero".
Doctora Anastasia, impasible: -"Lo es. Pero estoy bastante segura, y no tengo hambre."
Paciente Impaciente: -"Ni siquiera lleva sombrero."
Doctora Anastasia: -"Entonces lameré el tuyo."
Paciente Impaciente: -"Le tomo la palabra. ¡Aoh!"
Empujón. Pellizco.

Como soy una persona a la que le salen moratones fácilmente, por supuesto que empiezo a sangrar y un hematoma enorme empieza a formarse. La doctora Anastasia pide a una enfermera que le eche un cable, o dentro de poco no verá nada. La simpática enfermera de oncología que me ha acogido en la recepción me planta las dos manos en el pecho, una encima de otra, y apoya cargando todo su peso. Me siento exactamente como si una mula me hubiera coceado la teta. Y esta mujer encantadora viniera a presionar en el punto preciso en el que hubiera recibido la coz.
Paciente Impaciente: -"¡OUCH!"
Enfermera Simpaticona: -"Sorry, sweetie. Tengo que apretar para que dejes de sangrar."
Paciente Impaciente: -"Jrrumpf. Si no fuera usted tan simpaticona, ahora mismo le atizaría un puñetazo."
Enfermera Simpaticona suelta una risilla. -"¿Cómo te sientes, honey bee? Te puedo tutear, ¿verdad?"
Paciente Impaciente: -"Tienes las dos manos plantadas en mi teta derecha. Creo que hemos llegado a la fase del tuteo. Me siento como si una mula me hubiera coceado el pecho, y luego hubieras llegado tú con un martillo para terminar el trabajo."

Cuando termina la sesión de tortura y estoy sentada en la camilla terminando de ponerme el jersey, Enfermera Simpaticona me frota la espalda cariñosamente, probablemente con ánimo de reconfortarme. Le agradezco el gesto humano en un medio que a menudo es bastante impersonal, pero las muestras de afecto físico por parte de desconocidos suelen incomodarme más que reconfortarme. Enfermera Simpaticona no se ha dado cuenta, y abre los brazos y me abraza en un gesto maternal. Parpadeo y me pongo rígida. -"Ah. No eres del estilo mimoso,¿eh, cutie pie? ", me dice, sonriente. -"Uhm. No mucho. Pero sobre todo es que me estás aplastando el pecho." Se separa rápidamente, disculpándose con profusión.

*********

A la salida del hospital, en medio de una nubecilla de euforia debida en parte a que al fin se terminó este día  de merde y en parte a los calmantes que me ha regalado Enfermera Simpaticona, camino hacia el metro contenta del sol radiante y contesto a una llamada de mi amiga Ed:
Ed: -"¿Qué tal te ha ido?"
Yo: -"Aparte de que ahora sé cómo se siente una aceituna en un martini, bien."
Ed: -"Qué comparación más cosmopolita."
Yo: -"Ya lo creo. Ahora voy a comprarme una bandeja enorme de sanísimo sushi, un paquete de guarrísimos M&M's rellenos de mantequilla de cacahuete y me voy a casa a ver la peli más tonta que encuentre con el pecho metido en un tazón con hielo."
Ed: -"Pecho on the rocks. ¿Con aceituna?"
Yo: -"Ja. Tetini." Resoplo. -"La teta me duele como si me hubieran bailado un zapateado encima,  y está como al doble de su tamaño normal. En otras circunstancias igual hasta me hubiera hecho ilusión, pero así, en asimétrico, sin que la izquierda haga juego, como que no es lo mismo."
Ed: -"Ánimo, Aran. Tú tienes muchos cojones", dice, con su encantador acento mexicano.
Yo: -"No creas. Y menos mal, porque con mi suerte legendaria si los tuviera probablemente tendría un cáncer testicular."