Paciente Impaciente sale del hospital de una de las numerosas citas médicas que iluminan sus días y entra a una farmacia de la cadena Jean Coutu. Las farmacias en Canadá siguen el modelo del drugstore americano: son supermercados enormes en los que se encuentra desde helado hasta anticogelante, pasando por las consabidas aspirinas y cosméticos y un surtido impresionante de chocolates y patatas fritas (substancias terapéuticas donde las haya). También tienen un mostrador y un farmacéutico al que hay que pedirle los medicamentos que requieren receta médica, pero la diferencia con las farmacias españolas es que uno no se ve obligado a pedirle en voz alta delante de un par de abuelas con mirada censuradora los condones a sabor de frutas, con espermicida y rugosidades picaronas. Paciente Impaciente recuerda a un buen amigo que en sus años mozos el pobre lo pasaba tan mal que a menudo entraba a por condones y salía con un cepillo de dientes extraduro.
Paciente Impaciente se pasea lentamente por los pasillos de la farmacia y se compra:
1. Dos paquetes de tres bragas cada uno (talla pequeña, corte biquini, breve plegaria para que aún entre en ellas), 95% de algodón, 5% de elastán, de colores rosa fucsia, azul eléctrico y negro. Las bragas rosas para las citas con el oncólogo, piensa, por lo simbólico y por darles un toque optimista, las azules para la radioterapia (por lo eléctricas) y las negras, tan sobrias ellas, tan zen, para las clases de yoga. No se compra los sujetadores que van a juego porque en estos últimos tiempos ella sólo se muestra en público en topless. En un momento de delirio, Paciente Impaciente se sorprende imaginando bragas con mensajes impresos en la zona púbica. Si bien es cierto que en el trasero ella dispone de espacio publicitario abundante, en oncología mamaria los camisones del hospital se atan por delante, por lo que el espacio púbico (público) impondría brevedad y síntesis: "Soy una persona". "Tengo un CI de 156". "No vote conservador". O "Tonto el que lo lea", por poner algunos ejemplos. Paciente Impaciente imagina durante un momento mensajes comerciales, y le parece bastante turbador ("Beba Coca-Cola").
2. Un paquete de trufas Godiva (también de talla pequeña) y uno de pretzels Snyder's recubiertos de chocolate negro (talla grande, gran descubrimiento). Momento de duda culpable sobre la talla correcta de las bragas.
3. Un aparato de vibromasaje "Vibragel" inalámbrico y recargable, de forma un tanto ambigüa. Según lo que dice la caja, es perfecto para relajar los músculos cervicales y los trapecios tensos. A Paciente Impaciente le parece poco ergonómico para aliviar cualquier otro tipo de tensiones, pero cada uno se entretiene como quiere.
4. El último número de la revista "Better Homes & Gardens", especial huertos orgánicos, en el que se explica con detalle cómo eliminar parásitos de las tomateras sin utilizar pesticidas químicos.
5. Un tubo de crema Voltarén de 150 gramos.
En la caja Paciente Impaciente observa al joven e imberbe cajero de la farmacia mientras éste mete su compra en una bolsa, y le da por pensar en la imagen que proyectan sus adquisiciones: el señor que espera detrás de ella en la cola las mira con cierto interés, probablemente pensando que ella claramente no tiene ninguna vida sexual, como lo prueban la ropa interior anodina que usa y el hecho de que practique la jardinería como pasatiempo antes de los setenta años, que compensa la falta de sexo con una ingestión desmedida de chocolate y que padece de una tendinitis debida a una práctica excesiva de la autosatisfacción, que en lo sucesivo ejercerá con aparatos eléctricos. Paciente Impaciente siente un poco de calor en la cara y considera volverse hacia el señor de la cola y explicarle que ella vive felizmente en pareja, que tiene un cáncer de mama cuya convalecencia le ha dejado una cuerda de guitarra en el brazo y los músculos de los hombros y los omoplatos hechos un nudo marinero, y que siente un amor desatado por el chocolate y las verduras cultivadas en casa. Lo piensa mejor, se calla, paga y sale de la farmacia comiendo una trufa.
Jajajaja! empiezo a preocuparme! la "letra" de este blues me suena más de lo que debiera.
ResponderEliminarEjem... yo "tropecé" con unos calcetines combinados en negro y verde fosforito y con estampados de calaveras que me parecieron ideales para ir a la quimio... y me los compré, junto con toneladas de galletitas saladas y queso crema para untar!
Mis mejores deseos y espero que se te alivie la tendinitis, ya nos contarás qué efectos tiene ese objeto extraño que has comprado.
Un besuco.
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ResponderEliminarholaaa
ResponderEliminarjajajajaja, me encanta es capacidad que tienes de "pervertir" situaciones cotidianas en jolgorios erotico festivos desternillantes.
para cuando un libro???
v'sss
me alegra "leerte" más animada!!
ResponderEliminarLo de los tomates me lo tienes que contar, por favor (aquí nos los cargamos a base de aceite de neem, pero a nuestro colega de huerta no le gusta)
Y como ha dicho JB, el libro ¿cuando?
Lo del libro ya lo he dicho yo un montón de veces... y sé que tarde o temprano voy a comprar un libro tuyo, estoy segura.
ResponderEliminarEs fantástico leerte, y leerte así...
Por cierto, me parece que de impaciente, nada... todo lo contrario, creo yo. Si el doctor es "mentsch", tú lo eres mucho más.
Muchos saludos desde Bruselas.
María