- "[...] Since you've been such an inspiration for people around... Wow, man! You just ran into a big pile of dogshit!"
- "It happens."
- "What? Shit?"
- "Sometimes."
("Forrest Gump")

miércoles, 27 de julio de 2011

Cartas a la señora Hernández (X): Fry, fry away.

Querida señora Hernández:

Me alegro de sus proyectos opositores y espero que consiga ese puesto. Yo también estoy con usted en eso de que en ciertos momentos no hay trabajo malo, aunque me desconcierta sobremanera saber que para poder optar a un puesto de conserje hay que saber hacer ecuaciones diferenciales. Me desconcierta y me desazona, porque en breve yo voy a pasar oficialmente del estatus de enferma al de parada y por lo visto no estaría capacitada para un puesto de conserjería en el estado español. Soy una chica eminentemente de letras y una minusválida matemática notoria. Y mis mates del bachillerato son algo muy, muy lejano.

Cuando he leído lo de sus esfuerzos heroicos para adelgazar, a pesar de la resistencia que oponen los supresores de hormonas salvajes que le están dando, me ha dado la impresión de que me faltaba el contexto, o de que me he perdido algo. Me explico:

a) ¿Qué quiere decir con eso de "los 30 gramos de pan" que va a probar? O hay una dieta absurda que se ha puesto de moda en España que consiste en disminuir 30 gramos del consumo diario de pan y que yo me he perdido (como muchas otras cosas, hace ya tres años que no piso la piel de toro y salvo una ojeada muy sucinta al Mundo o a El País de vez en cuando, estoy muy desconectada), o es algo mucho más sofisticado y misterioso que ignoro. Por favor, cuénteme, que estoy intrigada.

b) Por seguir con el tema del pan (y sucedáneos), me pareció leer algo en su facebook sobre que usted se ha puesto a comer biscotes sin azúcar-sin sal-sin grasa-sin pan, y lo encontré incomprensible. Nunca he comprendido los biscotes en sí mismos, y aún menos esa extraña asociación que existe en el imaginario colectivo español entre comer biscotes y adelgazar (curiosamente, ese mito no existe en este país). Los biscotes, aparte de tener una consistencia que se parece sospechosamente a la del cartón de la caja que los contiene, están hechos de harina, sal (o no) y agua, básicamente los mismos ingredientes que el pan, salvo la levadura. Un buen pan fresco (mejor si es integral) es igual o más sano e igual de calórico, e infinitamente menos sufriente. Si la idea es comer porciones controladas, creo que con pesar el pan bastaría. Si la idea es que los biscotes son tan poco apetecibles que no hay peligro de sobrepasar la ración estipulada, entonces empiezo a entenderlo, pero me parece un método de control de peso muy deprimente y poco llevadero a largo plazo. En eso coincido con usted: comer es uno de los pocos placeres de la existencia -junto con la lectura y el cine- que una puede disfrutar sola, vestida y sin depilar. La vida es demasiado corta como para pasarla masticando cartón.

Sin ánimo de darle la plasta (y eso es invariablemente el preámbulo de una plasta), porque sé que está usted rodeada de médicos infinitamente mejor documentados que yo, yo le diría que lo de la reducción calórica para adelgazar funciona hasta cierto punto, pero parece que el cuerpo, ese cabrón, termina por adaptarse y ralentizar el metabolismo, con lo que literalmente todo lo que comemos acaba engordándonos más que antes. Un truco que parece ayudar a mucha gente que conozco a mantener o perder peso (yo incluída) y que no pueden aumentar el nivel de esfuerzo del ejercicio que hacen porque no les sale de las narices, o no tienen tiempo-energía-ganas, es añadir a su rutina normal (en su caso, nadar y andar) ejercicio con peso. Pesas. Musculación, vaya. Imagino que ya sabrá todo esto, pero por si acaso le diré que es cierto que construir tejido muscular es una manera relativamente poco agotadora de aumentar el metabolismo (el tejido muscular en reposo quema más calorías). Y tiene la ventaja de que a gente como usted y como yo, a las que les han sacudido una quimio (usted) y una radioterapia (nosotras) con el aumento de posibilidades de osteoporosis que eso conlleva, les viene bien lo de hacer un poco de musculación, ayuda a mantener la densidad ósea.

Ya está, ya me callo.

Aunque ahora mismo esté agobiada por su aumento de peso y por la maldita hormonoterapia que le sabotea el adelgace, no olvide que en todas las fotos suyas que he visto no sólo no está usted en absoluto gorda, sino que me parece usted espléndidamente guapa, y que tengo ganas de conocerla en admirables carne y hueso, para poder decírselo de nuevo.

En respuesta a su mensaje le diré que mis jornadas son de una monotonía perfecta: me levanto en este calor montrealés denso, húmedo, casi masticable, desayuno, me ducho, me visto con mi camiseta y faldita veraniegas, mi capazo, mis sandalias y mis gafas de sol y me voy a mi sesión de solarium nuclear. En la sala de espera charlo un momento con mis dos compañeras de fatigas, dos señoras maravillosamente discretas y tranquilas que hacen crucigramas y leen, y que, oh albricias, me dejan leer. Las chicas que me fríen (las radiólogas son todas chicas, el guapo residente italiano que me tatuó la osa menor en el pecho está de vacaciones) lo hacen efectivamente con amor y dedicación. Y muchos rotuladores de colores, cada día salgo del hospital con una crucecita o raya nueva. Me compré un vestido espectacular para la boda de Ed (que es la semana que viene), y al final no voy a poder llevarlo porque es bastante escotado y en estos momentos mi escote parece uno de esos libros "Pinta y colorea" abandonado en una guardería y maltratado por docenas de monstruos en edad preescolar.

Por el  momento no parezco estar demasiado cansada: incluso soy capaz de seguir con el gimnasio, con lo que parece casi mi nivel de energía habitual (quizá un poco menos, pero teniendo en cuenta que mi nivel de energía habitual da bastante miedo y agota a mi prójimo más próximo, ahora me he convertido en una persona normal).  Aunque me dan ratos -o días- de parón súbito, en los que se me acaba la batería de golpe haciendo algo tan poco exigente como subir una cesta de ropa limpia del sótano (de repente me da la impresión de estar cargando con una muela de molino escaleras arriba), y me tengo que tumbar en el sofá y quedarme traspuesta cuarenta minutos, yo, la anti-siesta. Tras los cuales vuelvo a funcionar. "Escuche lo que le dice su cuerpo", me dice Radio Chica, mi joven y pecosa radiooncóloga con cara de no tener la edad legal para conducir. Yo escucho con atención, y lo único que mi cuerpo parece decirme con insistencia estos días es: -"granizado de café, granizado de café", -"helado, helado", o -"chocolate, chocolate", aunque en los días de más calor vocifera: "¡PISCINA! ¡PISCINA!".

Aún no estoy excesivamente churruscada, tengo el pecho de un sano color rojo-me-dormí-en-la-playa-haciendo-topless, así que por el momento lo que estoy encontrando más duro de la radioterapia es no poder chapuzarme en la piscina municipal en los días en los que Montreal tiene la misma temperatura que Nueva Delhi.

Me ha gustado el título de su correo, señora, me ha hecho reír tanto que se lo voy a pedir prestado como título de la próxima entrada para mi blog de tetas. Hablando de reír, y de su ingenio, estos días estoy leyendo un libro que no sólo me hace sonreír continuamente, sino que además me hace pensar todo el tiempo en usted y en esta amistad epistolar nuestra. El libro en cuestión es "La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey", de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows. Imagino que o lo ha leído ya o ha oído hablar de él, pero por si no lo ha leído aún, me permito recomendárselo. Es uno de los mejores libros que he leído últimamente -aunque en mi caso el listón estaba más bien bajo-. No sólo el tono es delicioso y el humor fino y ligero como un buen merengue, sino que es un himno a la lectura, la escritura, la buena comida y a las personas que escriben buenas cartas.

Para muestra, un fragmento de una carta del editor, admirador y buen amigo de la escritora protagonista, que escribe preocupado porque otro editor intenta hacer la corte (en más de un sentido) a la autora:

"He's after you, Juliet, no doubt about it. Shall I challenge him to a duel? He would undoubtedly kill me, so I'd rather not. My dear, I can't promise you plenty or prosperity or even butter, but you do know that you're Stephen's & Stark's -specially Stark's- most beloved author, don't you? Dinner the first evening you're home? Love, Sidney."

Un pasaje que leí esta mañana me hizo acordarme especialmente de usted, cuando andaba pensando en lo que iba a decir en aquella charla sobre la lectura que dio en la feria del libro. La protagonista se enfrenta a una dificultad semejante:

"In the meantime, the Times has asked me to write an article for the literary supplement. They want to address the practical, moral, and philosophical value of reading -spread out over three issues and by three different authors. I am to cover the philosophical side of the debate and so far my only thought is that reading keeps you from going gaga. You can see I need help."

¿Qué más podría añadir? En mi caso es indudable: leer (y escribir) es lo que hace que no me vuelva majara. En particular leerla y escribirle a usted.

Un abrazo enorme (y chamuscado).

Arantza

PD: (En un momento en el que el calor nos dio un respiro, volví a mis andanzas reposteras e hice unos muffins con sémola de maíz que son una cosa loca. Pero no quiero torturarla, pobre, usted que ha desterrado a los "ingratos de carbono" de su dieta. Mejor le hablo de unas brochetas de vieiras marinadas en zumo de lima y jengibre que hice el domingo, y que tuvieron bastante éxito con Monsieur M., que también anda luchando, en su caso para no llegar al peso de tres cifras.)

PD2: (Casi se me olvida: le recomiendo la dieta ayurvédica. No parece funcionar demasiado, pero si se documenta lo suficiente podrá dar el coñazo de manera incesante a todos los enfermos-sobrevivientes de cáncer que conozca, y dar el coñazo debe de acelerar el metabolismo. :-)

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